La edad de Cristo dicen…

Él murió a los 33, yo a diferencia, sobreviví a los 32, y aunque no resucité al tercer día, sí lo hice, me tomó más de 300 días sentir que volvía a respirar sin hiperventilar. Llegar a los 33 me … Sigue leyendo

Yo te esperaba…

Veintidós años, noveno semestre de la licenciatura, la “cerebrito”, la inteligente, la responsable, esa que sí hará algo importante con su vida, la que llegará lejos, otra vez, la rebelde, la rara. La misma que un día con una dosis de amor y una pasión torrencial (sí de esa peligrosa), dejó en el buró la inteligencia y bajo las sábanas la responsabilidad y con el calor dejó que se derritieran todas las expectativas puestas sobre ella.

     Ella, de la que nadie se explica cómo puede ser tan despistada para olvidar su maleta en el lobby del hotel cuando fue de viaje escolar a Veracruz, y al mismo tiempo poder recordar que un viernes 17 de julio del 2008, la historia de las abejitas y el polen cobró sentido en su propia historia, y es que en esta vida donde todo tiene que cuadrar de manera “divinamente” perfecta, donde todos tenemos que cumplir con lo establecido, con lo escrito, con lo dicho, simplemente alguien así no puede estar dentro de los parámetros.

     Ella, que tenía todo perfectamente planeado, que esperaba poder ser lo que debía ser para ser aceptada y reconocida, la que alardeaba con sus amigos sobre su independencia e ideología sobre los hijos, sí, esos, los bebés que siempre apestan a leche agría, te vomitan la espalda y además de eso sólo cagan y lloran, ¿las niñas? ¡Uff! Esas son las peores, gritonas, berrinchudas y caprichosas. ¿Hijos? ¿familia? ¿esposo? ¿quehaceres domésticos? Jaja, tal vez, después de los 30, cuando ya sea una mujer exitosa y realizada.

Y bien dicen que no hay que escupir hacia arriba…

Ni hacer planes, ni andar de habladora… ni…

¡En la madre! ¿Qué vamos a hacer?, ¿Cómo les decimos?, ¿A quién le decimos primero? ¿Qué nos dirán? ¿Y si nos regañan? ¿Cómo se hace eso? Pero no estoy lista, se va a decepcionar de mí, seguro, ya le fallé, les fallé a todos. Mis amigos, sí seguro se burlan, ¿yo? ¡¿cómo yo?! o sea cualquiera pasa, pero yo, precisamente yo y justo después de contar mis planes futuros y hablar como hablé de los hijos. No bueno esto es una burla. ¡Ya sé! Vamos a decir que somos el .009 %, que algo pasó, que falló, que no fue nuestra culpa, así no quedamos tan mal. Hay que hablarlo pronto, de cualquier forma mi madre se dará cuenta en unos días que revise mi calendario menstrual en su calendario y note que no me ha bajado.

     Y no, no hubo tanto caos, algunas lágrimas, miradas de “te lo dije”, movimientos con la cabeza y un poco de sermón sobre la responsabilidad, y después sólo hubieron abrazos cobijados de amor, palmadas en la espalda impregnadas de apoyo, apretones de mano cargados de contención y sonrisas, muchas sonrisas con destinatario, sonrisas de felicidad para ti, sonrisas dibujadas en blanco y negro por las líneas de ese primer ultrasonido donde no se veía nada, donde yo no alcanzaba a distinguir forma alguna y estaba tan clavada en encontrarle una forma identificable para no verme muy tonta, que no presté atención al sonido, era fuerte, intenso y rápido, muy rápido, sonaba como un caballo que va corriendo tan rápido porque sabe justo a dónde va, y no para hasta llegar ahí, y no había ningún caballo ahí dentro, era tu corazón latiendo.

     Eso fue lo primero que supe de ti, esa fue la primer vez que me hablaste y ese día, a partir de ese momento, supe que nada sería como antes, sentí por primera vez y como nunca algo dentro, que sólo el latido del corazón de alguien más pudo despertar, no estaba en mis planes amar tanto a alguien que no conocía. En realidad nada de lo que ha ocurrido desde entonces estaba en mis planes, ni siquiera lo hubiese podido imaginar y si alguien me lo hubiera contado, no lo hubiera creído.

     Tenerte dentro 9 meses fue una aventura con muchos colores y tonos, fue hermoso sentir que alguien me tocaba desde el interior, fue horrible vomitar todos los días durante cuatro meses, fue mágico ver la panza crecer poco a poco, fue triste ver muchas estrías aparecer abruptamente marcando mi cuerpo, era sorprendente comenzar a ver tu rostro en cada ultrasonido, imaginar cómo sería sentirte, olerte y tocarte pero moría de miedo porque no dejaba de sentir que no estaba lista, me aterraba la idea de lastimarte, de no ser lo que tú necesitabas, pánico porque tenía una vida en mis manos y no sabía qué hacer con ella, en 22 años ni siquiera había descubierto qué hacer con la mía. Pero jamás podía perdonarme arruinar la tuya.

DSC03771

Una noche soñé que eras niña, te soñé hermosa, te soñé agarrada a mi pecho, tranquila; yo, alimentándote con mi cuerpo, siendo tu alimento, ayudándote a vivir, entregándote lo que mi cuerpo tenía para ti. Así lo soñaba. También soñaba con la oportunidad de que nacieras como tú quisieras y cuando lo quisieras, quería vivir ese momento que dicen que es mágico, quería sentirte salir de mi cuerpo, quería llorar, sufrir, gozar y vivir nuestro parto. Era mío y tuyo, de nadie más, hasta que apareció un doctor para el cual un parto significa menos dinero y más esfuerzo y de manera tramposa eligió anestesiar, cortar, abrir sacar y ¡listo! Todo terminó. La magia se esfumó.

No te sentí salir, no te ayudé a hacerlo, no hice nada, estaba anestesiada, con los brazos abiertos para abrazarte, pero amarrados, y lamento tanto que la primera vez que te ví yo haya estado medio dormida por el medicamento que sólo pude darte un beso fugaz. Había visto videos donde los bebés en cuanto nacen son colocados en el pecho desnudo de su madre, piel con piel, y en medio del amor se reconocían y eso como primer encuentro me parecía un sueño, sí, uno que nunca se cumplió.

    No te alimenté como en mi sueño, no te cargué todo lo que quise, no calmé tus llantos desesperados, no fui tan valiente, no fui la leona que quería ser, y no saliste de mi vagina pero te amo con el corazón, mis vísceras y cada gota de mi sangre.

     Todo mundo cuenta lo maravilloso que es ser madre, lo increíblemente feliz que se siente una mujer que acaba de tener un bebé, el regalo de Dios y de la vida que eso representa, lo bendecidas que nos debemos sentir y sí, hay verdad en todo ello; pero nadie, de menos no a mi, nadie me contó todo lo demás, y puedo jurar que todas lo sabemos, y lo vivimos pero nadie se atreve a articularlo, nadie le da voz, nadie habla sobre el miedo, la frustración, desesperación, la tristeza inexplicable que da tener un bebé recién nacido en los brazos, y que mientras todos nos visitan para ir a conocerlo una se siente olvidada, sola en el mundo, incapaz de cuidar de alguien tan frágil. Y que hay momentos en los que se sienten ganas de huir y salir corriendo, que no entendemos nada, el cuerpo es otro, la vida es otra y hay una resistencia a aceptar que esa que era antes murió, que la vida como la conocía antes jamás regresará, que las cosas jamás regresan a la normalidad, porque ahora es una nueva normalidad, ésta es la normalidad ahora, es como si el día que tu naciste, yo, la que conocía, hubiese muerto, y contigo hubiera renacido una nueva, y a partir de entonces sería esa nueva yo, la que es mamá de alguien, pero que no sabía nada sobre ser madre, porque apenas al igual que tu había nacido como tal.

Nadie nunca jamás me contó que al volverme madre me encontraría de frente, cara a cara, con la parte más oscura y sombría de mi misma, que conocería a todos mis fantasmas y mounstros de antaño, que saldrían uno tras otro como festival de halloween. Y que mirarme al espejo sería a partir de entonces la tarea más recurrente y más difícil de hacer. Lo que tampoco me contaron es que con todo ello venía un torrente de emociones y de momentos que me han llenado tanto el alma, nadie me dijo que tú vendrías a hacer tan importante misión conmigo, pues desde que llegaste me has enseñado muchas cosas, me has impuesto retos, me has hecho llorar, dudar, gritar y brincar, me has dado lecciones, gracias a ti he decidido sanar mi alma, he decidido cuidar de mi niña herida, por ti y el amor que me inspiras he querido aprender a amarme y cuidarme, por ti quiero ser plena y feliz, contigo he descubierto que sí soy una fiera para defenderte, que dentro de mi habita una loba, fuerte y poderosa, y gracias a ti creo firmemente en ello.

Foto blog embarazada

     Cuando yo planeaba mi vida, imaginaba ser una mujer “exitosa”, con un trabajo donde le pagaran bien para tener un status y ser reconocida, valorada y apreciada en el mundo, creyendo que eso me haría importante.

     Hoy no sé si eso me haría sentir como me siento ahora, ahora que he descubierto capacidades que no sabía que existian en mi, soy capaz de cuidar de ti, de hacerte sonreir, de cocinarte cosas ricas, de ver películas de princesas y reírme contigo, he sido capaz de ser humilde para aprender del mundo y del universo a través de una niña, cada día intento ser una mejor yo porque sé que soy tu ejemplo, puedo elegir ser una mujer emprendedora mientras tu estás en la escuela, y por las tardes ser tu mamá, quiero ir por ti a la escuela antes de que quieras hacerlo sola, quiero llevarte al cine, a museos, quiero comer palomitas, helado y dulces juntas, quiero columpiarme a tu lado, quiero aplaudirte en todos los festivales (aunque me aburran), quiero irme un día de pinta contigo y deseo hablarte de tu menstruación y contarte todo lo que significa, deseo que te enamores de ti y de tu cuerpo y tu alma mucho, mucho y antes de que lo hagas de alguien más para que sepas que pase lo que pase siempre te tendrás a ti, siempre quedarás tu aunque los demás no estén, y si alguien (tuviera la osadía) de hacerte llorar, primero le pongo en su madre, ¡ay no! Perdón me exalté, pero quiero que sepas que siempre voy a estar ahí para abrazarte.

     Hoy no quiero cambiar el mundo, (bueno sí un poquito) no quiero ser alguien importante para él, ya no quiero querer el reconocimiento de otros, ni colgarme la etiqueta de “mujer exitosa” prefiero que seas tú quien se cuelgue de mi cuello con sus pequeños brazos flacos, porque la vida que tengo hoy es divertida y me hace feliz.

     A los 22 años parecía que yo, teniendo toda una vida por delante y un futuro prometedor le acababa de dar en la madre al elegir ser madre. Y sí, me he dado muchos madrazos, aún me los doy y seguro los seguiré dando, porque nadie o muy pocos hablan de lo complejo que es ser madre a los 15, a los 22 a los 30 o a los 40 pero tampoco cuentan que ser mamá nos vuelve protagonistas de nuestra propia historia de superhéroes.

     Han pasado ya varios años, eres lo que eres, eres sonrisas y juegos, eres amor así puro y limpio, sin etiquetas ni cajones, y lo que más deseo es que permanezcas así. No espero nada de ti, no quiero que seas lo que yo no fui, no quiero que me enorgullezcas, no quiero que me satisfagas, no quiero que seas un trofeo para presumir, no necesito que me devuelvas nada, no necesitas hacer nada para que te ame y te acepte, no tengo puesta en ti ninguna expectativa, no deseo que llegues a ningún sitio en específico, no he elegido un futuro para ti. Lo único que quiero y para lo cual trabajo cada día de mi vida es que tu corazón siga latiendo sin parar, que te lleve a gozar y ser feliz como aquella primera vez que nos conocimos; cuando él galopaba sin parar, ve a donde quieras, la carrera es tuya, el camino es para tí, aprende lo que veniste a aprender, no te rindas nunca, no dejes de mirarte jamás, sueña mucho, sueña siempre y constrúyelos todos. Y por favor, no permitas que nunca nadie jamás te rompa tus sueños o te corte las alas, ni siquiera yo.

El mundo es como es y no puedo cambiártelo,

pero siempre te seguiré para darte una mano

Como siempre hay una canción que le da voz, sonido, sentido y nombre a este texto… sí es pop, sí es cursi, sí es Alejandra Guzmán parte de mis gustos culposos…